sábado, 26 de julio de 2008

Número 15: El primer libro que leí... completo


(Bueno, en todo caso) La primera obra que leí completa fue Alicia en el País de las Maravillas de Lewis Carroll.

Cuando yo tenía 10 años, mi padre me regaló un libro que incluía la mencionada Alicia en el País de las Maravillas, Alicia a través del Espejo, La Caza del Snark y un portentoso análisis, biografía y anexos (que nunca he leído) sobre Charles Lutwidge Dodgson (es decir de Lewis Carroll). Y recuerdo que me propuse ir leyendo cada noche, poco a poco, la obra, la primera, y logré terminarla. Es importante para mí, porque fue la primera.

Ya mi padre, con anterioridad, me había entregado otros libros, algunos de su niñez como Corazón de Edmundo de Amicis (que nunca he terminado), recuerdo que cuando yo tenía 9 años (eso es un año antes de Alicia), así como, al mismo tiempo, La Cabaña del Tío Tom de Harriet Beecher Stowe (el cual terminé cuando tenía 19 años, una década después, un 10 de noviembre a las 3 am). El final de esta última obra no me gustó; a diferencia de las obras de Mark Twain, no disfruté gran cosa de la de Beecher Stowe, aún cuando hay que reconocer que tuvo una fuerte influencia en el proceso de abolición de la esclavitud en EEUU.

Pero, volviendo a lo del primer libro terminado, en contraposición con aquellos que nunca he concluído. Se me ha ocurrido hacer lo posible por atar cabos y darle una adecuada conclusión a este aspecto y terminar de leer cuanto libro haya dejado a medias. Por otra parte, me he encontrado con una lista de libros que también quiero leer, pero de eso hablaremos en la próxima entrada.



sábado, 19 de julio de 2008

Número 14: Werther de Johann Wolfgang von Goethe


Pues, es necesario que escriba esta subjetiva reseña sobre una novela que no figuraba dentro del top ten (acerca del cual insisto que no tenía ningún orden de importancia sino, más bien, cronológico, y tampoco es que sea permanente e inmutable. Asimismo, estaba muy limitado, pero me permitió concentrarme en algunas obras que me parecen de importancia).

Como escribí arriba, Werther no figuraba dentro del top ten, sin embargo, ahora sí se encuentra dentro de las obras más importantes para mí.

Este Werther, de quien leí en el transcurso de estas dos semanas, imponiéndose, en la carrera de mi lectura, a otros libros, es más que interesante. Me encontré con un personaje que me recordó a mí mismo, pero como yo era muchos años atrás. Con esos apasionamientos que no se me han muerto por completo, pero que están más sosegados por el crecimiento (o el decrecimiento, es relativo).

Recuerdo, como siendo más joven, las decepciones amorosas eran más graves, y no es que ya no me duelan, y no es que no me enamore, pero creo que estoy un poco a la defensiva. Hasta diría que ya no tengo tiempo para dedicarme a mis desdichas como Werther, quien parece no tener mayor ocupación que escribir, jugar con los hermanos de Carlota, y sufrir porque ella no pueda corresponderle en su pasión romántica.

Como dije en LAP (Así le llamaremos aquí y desde ahora a Las Aventuras de Petoulqui), me parece que si Werther hubiera vivido en el presente siglo sería uno de los más dignos representantes de la cultura Emo. Asimismo, me parece que podríamos agregar otros nombres (Hamlet, por ejemplo) al mencionado movimiento (fue el príncipe danés un personaje con cuyos sufrimientos me identifiqué en mi adolescencia, por cierto).

No es mi intención descalificar a ninguno de estos personajes ni a sus respectivas obras; por el contrario, parte de mí se identifica con ellos, solamente se me ha venido esta ocurrencia y quería compartirla.

Algo que me parece muy importante es la transición que marca Werther, como novela, desde el frío y racional período ilustrado a un romanticismo desbocado (en la música me es más fácil visualizar y exponer estas ideas, pero Werther me lo recuerda, y por cierto, las referencias musicales en esta novela son ejemplares y muy útiles).

Ahora bien, me gustó encontrar en el prólogo del volumen número 10 de la antigua edición de la Biblioteca Básica Salvat, escrito por Carmen Bravo-Villasante, la siguiente aseveración:

"Si es verdad, como afirma el poeta, que la mayor dicha está en el anhelo, y que el verdadero anhelo sólo puede aspirar a algo inasequible, entonces Werther es el hombre representativo del sentimiento del Sehnsucht (anhelo). Su mirada hacia lo alto ansía perderse en la plenitud del infinito."

Con esto último me identifico totalmente. Ya lo dije, todavía me queda algo de Werther, y no es el frac azul y el chaleco amarillo, ciertamente.

Bueno, mis queridos, muy muy queridos lectores, los dejo con las inmortales palabras de Werther, "Volveremos a vernos."

viernes, 11 de julio de 2008

Número 13: Cazador de libros

El cazador de libros conoce el hábitat de su presa, lo ha recorrido muchas veces.

Sabe que no todos los libros son importantes, contrario a lo que dicen los simplistas: "cualquier libro es bueno." Pues no, hay algunos bastante malos. Él ha leído algunos de ellos, por supuesto.

Poco a poco ha ido conociendo cuáles son las especies de mejor sabor, generalmente son aquellas cuya constitución es más delicada (sin ser necesariamente fina, algunos son más bien "rústicos").

Con los años ha ido descartando ciertas editoriales (como hemos de referirnos a las especies de libros de ahora en adelante): Editores mexicanos unidos, Alba, Bruguera, son las que ya no le interesan en lo absoluto. Ha llegado a la conclusión que leer un volumen editado por las mencionadas es perder el tiempo, sus traducciones son malísimas y sus errores tipográficos insultan la inteligencia de cualquier lector serio.

Por otra parte, el cazador ha comenzado a interesarse intensamente por otras especies, acerca de las cuales ha generado una especie de comportamiento compulsivo, en cuanto a atrapar la presa se refiere. La principal: Biblioteca Básica Salvat.

Sin que lo sepan los intermediarios (también llamados libreros de compraventa de usados), porque jamás se los hará saber ni dejará que lo noten, ansía las presas de esta especie "Salvat", y coincidentemente, se ha dado cuenta que es fácil conseguir algunas de ellas (los precios oscilan así: Q.5.00, Q.10.00, hasta Q.25.00).

Así, el cazador recorre el centro de la ciudad de Guatemala, especialmente la 10a. avenida de la zona 1, y también se le puede ver acechando los puestos ambulantes de libros usados en la Ciudad Universitaria (ex-finca de Flavio Herrera, para quien no cache), en la zona 12. Y donde pone el ojo... pues lee, ¿o qué creían?

lunes, 7 de julio de 2008

Número 12: El Extranjero de Albert Camus


"Suicidarse o no suicidarse..." Esta parece ser la cuestión...

En todo caso, eso fue lo que me dijo mi padre que planteaba Albert Camus en su obra, y por ello siempre sentí curiosidad acerca de leerla y, no sé porqué, fue hasta este año hace unos meses que me decidí.

Tuvo que ver el hecho de haber encontrado El Extranjero a Q.10.00 en uno de esos puestos ambulantes que se sitúan en la Universidad de San Carlos para vender libros usados. Y luego, sólo fue necesario que comenzara el libro y él se terminó solo.

Ya he dicho que el personaje que más interesante me ha parecido por su ambigüedad es Long John Silver. Pues el carácter más extraño con el que me haya encontrado es Meursault... el ser más indolente a quien haya conocido, ciertamente: todo parece darle lo mismo.

"¿Por qué, Meursault?" Pues, es obvio, no es cierto... Por el sol.



domingo, 6 de julio de 2008

Número 11: Cómo se hace una novela de Miguel de Unamuno y Jugo


La primera de las dos novelas de Don Miguel de Unamuno y Jugo que leí fue La Tía Tula, otro de esos libros que había dejado relegados, pero en este caso debido a que el título no me atraía en lo absoluto; me imaginaba que era la historia de una vieja llamada Tula (eso sí, me hacía recordar la canción cubana "El cuarto de Tula" que interpretaba Buena Vista Social Club), y algo de eso tenía la novela, eso y más...

Sí, recomiendo La Tía Tula (aún cuando, si de mí dependiera le extirparía el último capítulo).

Pero, este ensayito es acerca de Cómo se hace una novela (incluído también en el volumen número 1 de la Biblioteca Básica Salvat, primera edición), y es que ha sido esta obra la que me ha convencido de más de una cosa:

Primero, me encanta cómo escribía Don Miguel de Unamuno, y también lo que escribía.

Segundo, que es inevitable la relación entre política y literatura. Entendiendo la política como las relaciones entre seres humanos: el civismo, vivir en sociedad, formar parte de una comunidad (por eso lo de civis: ciudadano). Y eso me coloca en una posición en la cual no puedo hacerme a un lado en este plano, porque reconozco que es un aspecto integral del ser humano.

Tercero, lo imprescindible que es leer más obras de Don Miguel de U. y J.

Cómo se hace... es una obra autobiográfica en la cual Don Miguel reflexiona acerca de muchas cosas, principalmente de la forma como se elabora una novela, pero en el trayecto nos mueve a la reflexión según va meditando acerca de su exilio fuera de España y de la naturaleza de la humanidad en sí.

Es, a mi criterio, una obra maestra.

sábado, 5 de julio de 2008

Número 10: La isla del Tesoro de Robert Louis Stevenson


Esta es una obra que relegué poco a poco desde mis primeros años de vida, mi infancia y mi adolescencia, aún cuando siempre me llamó la atención.

Conocía la trama vagamente. Pero fue hasta hace poco que me encontré con un ejemplar y decidí adquirirlo y leerlo.

Y fue algo afortunado, porque en esta obra me encontré con el personaje más interesante sobre quien haya leído: Long John Silver.

¿Dónde radica lo interesante de este carácter? Pues en su ambigüedad. Con Silver nunca se sabe...

Además, el tema de los piratas me pareció muy atractivo. No deja de ser interesante leer sobre estos desalmados; ha habido tantos insensibles saqueadores en la historia del Mundo, por lo menos estos son descarados.

Puedo decir que La isla del Tesoro me gustó más, incluso, que El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, escrita por el mismo autor. Pero es una cuestión de gusto personal, de ninguna manera una crítica objetiva.

Robert Louis Stevenson logra mantenernos atentos mientras narra esta aventura en el Caribe, y nos explica el código de la piratería, y como en Las aventuras de Huck, el valor del coraje, el honor y la amistad.

viernes, 4 de julio de 2008

Número 9: La Sala Número Seis de Anton Chéjov


El año pasado tuve mi temporada de leer autores rusos. Me entretuve bastante y me gustaron las obras de Alexander Sergueiévich Pushkin y las de Anton Chéjov.

La verdad no he leído tanta literatura rusa, de Dostoievski únicamente he leído "Crimen y Castigo". De Pushkin dos novelas, Dubrovski y La Hija del Capitán (me gustó más la primera, pero ambas me gustan bastante) y Los Cuentos de Belkin (que me parecieron fascinantes todos). Y de Chéjov, unos cuentos que me gustaron bastante (que se encuentran en el volumen 48 de la Biblioteca Básica Salvat, primera edición) y La Sala Número Seis (también incluída en el libro antes mencionado).

Esta última obra (clasificada como una novela corta) me pareció realmente fascinante. Se desarrolla en una pequeña ciudad rusa, alejada de todo, específicamente en el hospital del centro urbano. Y los dos personajes principales son un joven exburócrata que se encuentra recluído en la sala número seis (el pabellón para los insanos) y el director del hospital, un médico procedente de lugares más "civilizados", quien, cansado de ver que nada mejora en el centro médico a su cargo, ha decidido refugiarse en sus lecturas y en sus conversaciones con el único amigo que tiene.

La trama se desenvuelve según médico y enfermo entablan conversaciones de tipo filosóficas, a requerimiento del primero, con un desenlace de tipo realista.

En todo caso, la obra es interesante porque es un cuestionamiento del mundo. Algunos autores señalan que, si bien Pushkin cuestionó de una manera más o menos velada las contradicciones de la Rusia feudal, y Tolstoi hacía un llamado, más bien idealista, a un cambio en las relaciones sociales, era Chéjov quien exigía un cambio real e inmediato.

A Chéjov lo coloco junto a Rulfo porque aún cuando al primero le pagaban por la extensión de sus escritos, en su mayoría cuentos, él escribía la cantidad de cuartillas que le parecían adecuadas, es decir no alargaba las obras en función de lucrar, era fiel a su criterio artístico.

martes, 1 de julio de 2008

Número 8: Rayuela de Julio Cortázar


Una de mis citas favoritas de Rayuela:

"..., bien por debajo o por encima de todo eso no había querido fingir como los bohemios al uso que ese caos de bolsillo era un orden superior del espíritu o cualquier otra etiqueta igualmente podrida, y tampoco había querido aceptar que bastaba un mínimo de decencia ( ¡ decencia, joven ! ) para salir de tanto algodón manchado."Julio Cortázar. Rayuela, Capítulo 2.

Hubo un montón de citas más que me llamaron la atención y que resalté con total violación a mis reglamentos personales de manejo de un libro, pero es que quería tenerlas a la vista todo el tiempo.

Pondría alguna otra, pero el tal Lusifergua está haciendo uso del mentado volumen. Por lo tanto, conformémonos con esta.

Sin embargo, qué puedo decir de esta novela. Para empezar, y esto es anecdótica personal, es una de las novelas que más he retardado en cuanto a su lectura. Como quien dice, no me animaba. Creo que la única que en mi lista personal está por encima de Rayuela, en cuanto a la dilatación temporal de lectura, es "El ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha", en cuanto a empezarla y nunca terminarla.

Conozco poquísimo de Cortázar, de su literatura, pero lo que conozco me fascina (no uso el término de manera superficial).

Aparte, tengo una teoría acerca de la influencia inconsciente de Cortázar en la literatura latinoamericana posterior a él (aún cuando sería interesante comprobar su influencia en la literatura anterior a él).

El personaje con quien más me identifico es con Morelli (ya se ha dicho que es un alter ego del mismo Cortázar), por sus ideas de la antinovela o cómo se llame su proyecto inconcluso.

Hay una sola cosa de Cortázar que no entiendo (y no acabaré de hacerlo, me parece), que es su acercamiento a ciertos movimientos de izquierda (A lo mejor con un poco de investigación conocería sus motivos, pero...). Por eso digo que Cortázar no era Oliveira, porque a éste último nunca le gustaron los movimientos (bueno, eso de nunca... mejor digamos, desde que entramos en conocimiento con él).