sábado, 19 de julio de 2008

Número 14: Werther de Johann Wolfgang von Goethe


Pues, es necesario que escriba esta subjetiva reseña sobre una novela que no figuraba dentro del top ten (acerca del cual insisto que no tenía ningún orden de importancia sino, más bien, cronológico, y tampoco es que sea permanente e inmutable. Asimismo, estaba muy limitado, pero me permitió concentrarme en algunas obras que me parecen de importancia).

Como escribí arriba, Werther no figuraba dentro del top ten, sin embargo, ahora sí se encuentra dentro de las obras más importantes para mí.

Este Werther, de quien leí en el transcurso de estas dos semanas, imponiéndose, en la carrera de mi lectura, a otros libros, es más que interesante. Me encontré con un personaje que me recordó a mí mismo, pero como yo era muchos años atrás. Con esos apasionamientos que no se me han muerto por completo, pero que están más sosegados por el crecimiento (o el decrecimiento, es relativo).

Recuerdo, como siendo más joven, las decepciones amorosas eran más graves, y no es que ya no me duelan, y no es que no me enamore, pero creo que estoy un poco a la defensiva. Hasta diría que ya no tengo tiempo para dedicarme a mis desdichas como Werther, quien parece no tener mayor ocupación que escribir, jugar con los hermanos de Carlota, y sufrir porque ella no pueda corresponderle en su pasión romántica.

Como dije en LAP (Así le llamaremos aquí y desde ahora a Las Aventuras de Petoulqui), me parece que si Werther hubiera vivido en el presente siglo sería uno de los más dignos representantes de la cultura Emo. Asimismo, me parece que podríamos agregar otros nombres (Hamlet, por ejemplo) al mencionado movimiento (fue el príncipe danés un personaje con cuyos sufrimientos me identifiqué en mi adolescencia, por cierto).

No es mi intención descalificar a ninguno de estos personajes ni a sus respectivas obras; por el contrario, parte de mí se identifica con ellos, solamente se me ha venido esta ocurrencia y quería compartirla.

Algo que me parece muy importante es la transición que marca Werther, como novela, desde el frío y racional período ilustrado a un romanticismo desbocado (en la música me es más fácil visualizar y exponer estas ideas, pero Werther me lo recuerda, y por cierto, las referencias musicales en esta novela son ejemplares y muy útiles).

Ahora bien, me gustó encontrar en el prólogo del volumen número 10 de la antigua edición de la Biblioteca Básica Salvat, escrito por Carmen Bravo-Villasante, la siguiente aseveración:

"Si es verdad, como afirma el poeta, que la mayor dicha está en el anhelo, y que el verdadero anhelo sólo puede aspirar a algo inasequible, entonces Werther es el hombre representativo del sentimiento del Sehnsucht (anhelo). Su mirada hacia lo alto ansía perderse en la plenitud del infinito."

Con esto último me identifico totalmente. Ya lo dije, todavía me queda algo de Werther, y no es el frac azul y el chaleco amarillo, ciertamente.

Bueno, mis queridos, muy muy queridos lectores, los dejo con las inmortales palabras de Werther, "Volveremos a vernos."

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