martes, 2 de junio de 2009

Número 47: La Violeta del Prater


Una amiga muy querida me recomendó que re-publicará aquí esta pequeña reseña acerca de un libro que es inmensamente significativo para mí. Espero que sea de su agrado:



“La Violeta del Prater” de Christopher Isherwood


A veces, lo mejor de un libro no es solamente su contenido sino lo que éste le permite a uno conocer acerca de su autor.

En el caso que nos ocupa, el señor Christopher Isherwood, buen caballero inglés y “mommy´s boy” (esto último según el brillante director de cine austriaco, Friedrich Bergmann), nos narra con toda naturalidad cómo fue su experiencia en el séptimo arte, cuando fungió como asistente de director (realizando correcciones al guión) durante la filmación de La Violeta del Prater.

La novela comienza con una llamada telefónica; el empleo de corrector le es ofrecido (casi impuesto) a Isherwood para compensar el pobre dominio del inglés por parte de Bergmann, pues el joven escritor inglés, aún cuando completamente inexperto en el mundo del cine, habla alemán y ha vivido unos años en Berlín.

A partir de este punto presenciamos cómo el protagonista/autor, Isherwood, va quedando atrapado en la “máquina infernal” que, según Bergmann, es una película: “Una vez que la enciendes y la pones en marcha da vueltas con tremendo dinamismo. No puede parar. No puede pedir excusas. No puede retractarse de nada. No puede esperar a que uno lo entienda. No puede explicarse a sí mismo. Lo único que puede hacer es ir madurando hacia la inevitable explosión. Esta explosión nosotros tenemos que prepararla, como anarquistas, con la mayor habilidad y malignidad...”

Aparentemente, la razón por la cual Bergmann e Isherwood congenian es que, a pesar de que el primero conoce y domina los hilos de los estudios cinematográficos, necesita aún de una persona que no esté contaminada por este ambiente: “...es usted inocente. Y esa inocencia es la que yo necesito para que me ayude... Voy a dedicarme a corromperle a usted.” Le dice Bergmann a su asistente, pero a mi criterio, él necesita de Isherwood para no corromperse. “Somos como dos hombres casados que se encuentran en una casa de putas.” Le advierte el maduro director al joven escritor al salir de un almuerzo de negocios con el dueño de la empresa cinematográfica Imperial Bulldog, el señor Chatsworth.

Cronológicamente, Isherwood, plantea la historia justo antes de la Segunda Guerra Mundial. Bergmann ha tenido que buscar refugio en Gran Bretaña, alejándose de su esposa e hija, quienes han quedado en Austria. El director, con su visión de izquierda y su apellido de origen sonoramente judío, advierte el peligro que conlleva el nazismo, no solamente para él sino para toda Europa, y profetiza el desastre que se avecina, como una especie de Cassandra que nadie escucha... excepto Isherwood, quien poco a poco va despertando de su actitud de indiferencia mecánica (cuasi-inconsciencia), tan representativa de la flema británica.

Para ilustrar lo anterior, las palabras de Bergmann refiriéndose a Ashmeade, el corrector oficial de guiones de Imperial Bulldog: “Le diré: ese paraguas que lleva a mí me parece sumamente simbólico... Este pomposo paraguas es la varita mágica de los ingleses, con la que tratarán de desaparecer a Hitler. Y cuando Hitler, como un maleducado que es, se niegue a desaparecer, el inglés abrirá su paraguas y dirá: ‘Bueno, ¿y a mí que más me da que llueva un poco?’ Pero lo malo es que la lluvia será una lluvia de bombas y de sangre, y el paraguas no es impermeable a las bombas.”

Otro personaje de interés es Lawrence Dwight, el montador jefe de la película, cuya filosofía de la vida se puede resumir en las siguientes líneas:
“-...Vosotros los escritores tenéis una maldita actitud romántica, y pensáis que sois demasiado buenos para el cine. Pero no lo creas, es al revés, es el cine el que es demasiado bueno para vosotros...
-...Los únicos que tienen verdadera importancia son los técnicos... saben lo qué quieren... eficiencia... hacer un trabajo por el trabajo mismo... El incentivo es luchar contra la anarquía. Ese es el motivo de la vida humana: sacar a la vida de su confusión natural. Crear normas, pautas... Por las pautas mismas. Por crear significado ¿Qué otra cosa hay?”

A través de personajes simbólicos y magníficas metáforas, Christopher Isherwood nos relata una historia inteligente, que logra interesar al lector a través de su narración sin capítulos. El argumento de la novela está basado en la experiencia real de Isherwood durante el rodaje de Little Friend de la Gaumont Film Company, bajo la dirección del director austriaco Berthold Viertel, en 1934.




Isherwood, Christopher. La Violeta del Prater. Alianza Editorial Mexicana. México, 1990. p.p. 152


(Originalmente publicado en la revista LunaPark)


Imagen: Actualmente no logro encontrar el link de procedencia. Definitivamente la imagen no es mía, pero es idéntica a la portada del libro que leí.

2 comentarios:

el Kontra dijo...

Hoy si mano, este no lo he leído, pero muy buena reseña como siempre, saludos!

Petoulqui dijo...

Estimado el Kontra:

Me alegra que te haya gustado la reseña.

La verdad, es un poco difícil conseguir la Violeta del Prater (u otro libro de Christopher Isherwood). En Artemis me parece que tienen otra obra de Isherwood titulada "Historia de Berlín".

La Violeta del Prater es una de las obras menores de Isherwood, y aún así me parece que es de las mejores que yo haya leído en general, pero por lo mismo, pienso que es un autor más que recomendable.

Algo interesante es que Isherwood fue uno de los promotores de la obra del joven Ray Bradbury, a quien conoció en Los Ángeles, cuando emigró para allá desde su natal Gran Bretaña, en los años '50.

Saludos,

Peto