viernes, 19 de diciembre de 2008

Número 42: Vivir y dejar morir


(He dejado pasar demasiado tiempo desde que anuncié la serie de reseñas acerca de las novelas de James Bond escritas por Ian Fleming, a partir de hoy trato de compensar la espera [si es que hubo tal...] ;)

Como he indicado en el post anterior, no he podido leer la primera novela de Bond escrita por Ian Fleming (y me tomo la molestia de escribir el nombre completo del creador del personaje porque por una parte otros han tratado de continuar la serie, que yo sospecho ha decaído un poco en cuanto a calidad, y por otra podría darse una confusión con Joan Fleming, autora de novelas policíacas de cierta consideración); de tal manera, nuestra serie actual comienza con Vivir y dejar morir, la segunda novela de 007.

A manera de antecedente personal, recuerdo que hace unos años vi, cuando ya iba por la mitad aproximadamente, la versión fílmica de Live and Let Die. Era una de esas repeticiones por TV, creo que en el canal MGM. En la cinta Bond es interpretado por Roger Moore, y ahora que he leído la novela, me parece que la película no guarda mucha relación con aquella, sin embargo uno de sus aciertos es la canción homónima compuesta por Paul McCartney y Linda McCartney, e interpretada por su banda Wings.


En el primer capítulo de Vivir y dejar morir: El tapete rojo, nos encontramos con un Bond, a mi criterio, muy distinto del glamoroso playboy de los filmes. Una de sus primeras preocupaciones al bajar del avión de la BOAC (British Overseas Airways Corporation), la línea aérea mencionada en "Back in the USRR" de los Beatles, es tener que soportar el engorroso sistema de aduanas y migración de los EEUU, puesto que acaba de llegar al aeropuerto internacional de N. Y. C.; al contrario de sus malos presagios, un agente del FBI está esperándolo y le exime de todo aquel proceso (que en palabras de Fleming asemeja un "purgatorio"), se le da la bienvenida otorgándole un generoso viático de... 1,000 dólares (los cuales han sido confiscados a agentes enemigos y deben ser gastados para dañar las finanzas de la organización secreta comunista) y le informan acerca de su nueva misión (al menos le dan más datos que los proveídos por M, el lider supremo de MI-6, el servicio secreto de Su Majestad).


Bond reencuentra a Felix Leiter, un buen tipo, agente de la CIA (sé que se lee contradictorio, por algo es una obra de ficción), a quien conoció en Casino Royale, y deciden ir juntos a Harlem a investigar al misterioso y temible Mr. Big, un hombre peligroso debido a su portentosa organización que alcanza desde sus dominios en Nueva York (el mencionado Harlem), hasta St. Petersburg, Florida y el norte de Jamaica, en La Isla de la Sorpresa en Bahía Tiburón, ni más ni menos que la guarida del legendario e infame Sir Henry Morgan, terror del Caribe y como se lee un caballero de Su Majestad (viéndolo así, no muy diferente de Bond).

Los agentes del FBI y MI-6 han encontrado pruebas de tráfico de monedas antiguas, doblones españoles y de otras procedencias, que se piensa pudieron pertenecer al tesoro del corsario inglés, Morgan, por lo que suponen que el oro está ingresando a territorio yanqui desde Jamaica en un yate privado, el Secatur, propiedad de Mr. Big. Lo que no saben es cómo. Y así, comienza la labor investigativa de Bond, en la cual pasará una noche en Harlem, se verá sorprendido como un novato (que es, en efecto, como en los nuevos filmes "Casino Royale" y "Quantum of Solace"), logrará escapar de una manera inesperada e ingeniosa, y al huir posteriormente con la mística Solitaire, una de las favoritas de Big, tendrá todo el tiempo la espada de Damocles sobre su cabeza.

Ahora bien, lo demás lo encontrará quien decida leer la novela. Pero me gustaría hacer una análisis acerca de ciertos detalles encontrados en la lectura. El primero es Mr. Big.

Mr. Big, es un personaje extremadamente inteligente, más muerto que vivo pues padece una extraña enfermedad crónica del corazón. Físicamente es impresionante por su talla, pero no utiliza su fuerza corporal para intimidar ni a sus adversarios ni a sus adictos. La enfermedad que lo aqueja, según lo expone Fleming, le da a su piel una tonalidad gris. Big ha aprovechado esta apariencia cadavérica para pasar como el zombie del Barón Samedi, una divinidad del culto vudú, el dios de la muerte o de los muertos, de manera que sus subordinados desde el más cercano hasta el más remoto le temen intensamente. Para aumentar y confirmar este temor, en su oficina, Big tiene una imagen del Barón, la cual consiste en una cruz, conformada por dos palos atravesados, con una librea en cuyas mangas se introducen los brazos de la cruz y un sombrero de copa atravesado por el palo vertical. Big es un mulato, y aquí encontramos otro de los detalles de la obra, el cual ha causado controversia (entre otros).

Es interesante encontrarnos con las opiniones contrastantes de Ian Fleming acerca de los afroamericanos ya que, si bien en un momento M, al informar a Bond sobre Mr. Big, bromea diciendo que ya que hay afroamericanos destacando en todas las ciencias y artes, sin mencionar los deportes, no ha de extrañar que surja un genio del crimen también. Pero, por otra parte, M atribuye los múltiples talentos de Big a la parte caucásica de su ascendencia. Esto ha sido visto como una perspectiva racista del autor; en broma yo diré, ¿por qué no hemos de suponer que la maldad de Big ha de originarse en esta misma ascendencia caucásica?

Y nos encontramos con otros comentarios de tipo racista: "Hacía calor y el aire estaba pesado con el humo y el sudor, olor feral de los cuerpos de doscientos negros". A lo mejor alguien piense que exagero, pero "feral" en el DRAE reza así en su definición: "Cruel, sangriento". Sin mencionar que enfatiza que era el olor de los otros (no digamos el color). Pero, supongo que más allá de las fuertes críticas que haya recibido en este sentido es de entender que Ian Fleming no era, en definitiva, un partidario de la igualdad; cuando escribió esta novela era un hombre inglés de edad madura, quien seguramente compartía todos los prejuicios de la ficticia superioridad blanca/europea y el colonialismo británico; por tanto es mejor, a mi parecer, valorar sus elogios y reconocimientos que sus incorrecciones políticas. Pero vos diréis en este sentido.

Por cierto que otra crítica realmente dura que se le hace a Fleming es acerca del trato Bond hacia a las mujeres; nada del erotismo de los filmes se encuentra en las novelas (al menos en ésta). Ciertamente Bond tiene esa frialdad de la flema británica hasta para sus relaciones con las mujeres; es tan desabrido que ciertamente cuenta con su seguridad y buen aspecto para sus conquistas. Es evidentemente machista y no creo que concuerde en absoluto con los cánones del hombre que podría querer una mujer (pero realmente, ¿qué es lo que quiere una mujer? Yo no lo sé. Ja-ja).

Volviendo a Mr. Big, y ya para ir cerrando, el tal antagonista de Bond en esta novela, el mente maestra entrenado en la Unión Soviética y miembro de SMERSH (Muerte a los espías, para quien lo haya olvidado; esos que le marcaron la mano izquierda a Bond con la letra "Ш" ["sh"] de Shpyon [espía], como dicen, "para futura referencia". La marca es borrada entre Casino Royale y Vivir y dejar morir); este villano, quien encarna todo lo malo, guarda cierto parecido con François "Papa Doc" Duvalier, el dictador haitiano quien, según se dice, llegó a ser un importante "houngan" , sacerdote vudú, y se caracterizó como el Barón Samedi para inspirar terror.

Como ya nos hemos alargado (qué raro), finalizo con esto:

"-... No se les ocurra armar muchos problemas para nosotros. Este caso todavía no está maduro. Hasta que no esté, nuestra política con Mr. Big es la de 'vivir y dejar vivir'.

Bond miró intrigado al capitán Dexter.

-En mi trabajo - aclaró - , cuando me encuentro con un hombre como éste, yo tengo otro lema. Es 'vivir y dejar... morir'."




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