Hoy, después de leer otro capítulo de E.T., la novelización escrita por William Kotzwinkle de la película homónima de Steven Spielberg, retomé La Regenta, de Clarín, en el capítulo quinto (creo)... o tal vez el cuarto...
Hace unas semanas que tengo prestada La Regenta de la Biblioteca Central de la USAC, y varias veces he pensado en devolverla, pero hay algo de mí que se resiste a hacerlo.
Se podría pensar que se debe a que alguien (quizás el mismísimo Benito Pérez Galdós, no estoy seguro...) la calificó como la mejor novela española de la segunda mitad del siglo XIX (y si fue Pérez Galdós, él sabía mucho de este tema, puesto que él mismo escribió varias de las mejores novelas de esa época). O porque, dejando de lado que alguien la califique o no como la mejor novela de la segunda mitad del siglo XIX en España, hay quien dice (los críticos, supongo) que es la obra maestra de Leopoldo Alas "Clarín".
Pero no, no me decido a devolverla porque, aun cuando me tomo mucho tiempo con cada capítulo, disfruto mucho leerla. Es una especie de enana blanca (no sé mucho de estrellas, acabo de leer un texto de astronomía y creo que no lo entendí muy bien, pero voy a usar mi propia idea de lo que creo que es una enana blanca...), contiene muchísimo en cada capítulo. Y esta misma densidad es lo que disfruto en sí.
Claro que no sé cuándo voy a terminar de leerla. Dije eso de la enana blanca, pero no se engañen; es una enana blanca de 518 páginas (o cosa semejante).
Mientras, seguiré leyendo a la vez E.T. (una novelización que esconde aspectos muy interesantes, como el aspecto romántico del anciano botánico espacial y referencias a la música de las esferas), trataré de terminar "Algunos muchachos y otros cuentos" de Ana María Matute (una verdadera maestra del cuento corto), y Las brujas de Salem de Arthur Miller (cuyas acotaciones son tanto o más interesantes que los diálogos de los personajes).