
Casi me atrevería a decir que es mi novela favorita, si no fuera que hay otras más, pero ésta goza de gran predilección de mi parte, ciertamente; es como un hijo consentido, quien tácitamente se siente reconocido como tal, aún cuando ni el padre ni el niño lo reconozcan públicamente para que no se sientan celosos los hermanos (si no, miren lo que le pasó a
José el soñador...). Mas, ésta es otra ventaja de los libros, tampoco son celosos.
Al hablar de
1984 se hace inevitable hablar del
Gran Hermano. Este líder emblemático, símbolo del sistema imperante en la ficticia
Oceanía de la obra. Él es quien todo lo ve, todo lo sabe, todo lo puede arreglar. Es la cabeza visible de la organización.
Y, a continuación, es necesario mencionar a
Winston. El protagonista de la historia, quien trabaja en el
Ministerio de la Verdad, arreglando la información; sin embargo, él ni siquiera puede recordar con exactitud cómo fue su niñez.
A través de lo narrado, Winston decide de manera deliberada desafiar al Partido, siempre con miedo, pero tomando riesgos que le permitan liberarse, actuar como un individuo, un defecto (según el sistema) que él nunca ha podido corregir en sí.
Y no voy a decir mucho más al respecto de esta obra de Orwell porque creo que haría más daño que bien.
Por otra parte, este ensayo me permite manifestar algunas ideas que me han rondado desde el año 2004.
Una de ellas es el paralelismo que encuentro entre 1984 de
George Orwell y
Fahrenheit 451 de
Ray Bradbury. Para empezar ambos tienen como protagonista a un inadaptado al sistema, a fin de cuentas un individuo. Y, aún cuando alguien me lo podría discutir, me parece que ambas se desarrollan en sistemas totalitarios.
Me ha gustado pensar que podrían ser historias paralelas porque Orwell divide al Mundo en tres superpotencias: Euroasia, Oceania y Asia Oriental. Se me ha ocurrido, que bajo otras circunstancias y tomando en cuenta la ignorancia absoluta de lo que sucedía en los otros bloques, podrían darse las dos historias, si no a la vez, al menos en determinados momentos no tan lejanos.
Sin embargo, más allá de mis especulaciones, algo en lo que sí coinciden es en plantear que para dominar a las personas hay que manejar la información, una situación comprobable en nuestros días. Ya no es ni siquiera a través de la educación formal exclusivamente, sino a través de los medios de comunicación masiva.
Una vez leí un artículo de
Sergio Ramírez, en el cual señalaba que las predicciones de Orwell en 1984 se quedaban cortas, a mí me parecen completamente vigentes, eso sí con añadiduras.
Leo
"Generación Y" o veo lo que sucede con las agencias informativas del Mundo y las locales y parece que leo a Orwell, y si veo la tv se reproducen en gran parte las premoniciones de la programación de baja calidad de contenido que describió
Ray Bradbury.
Sin embargo, lo que más me duele es ver la mediocridad en las letras, esa literatura light que fomenta a un lector débil, como decía
Morelli, que no quiere problemas sino soluciones. Literatura ligera y lector light se retroalimentan, generando conformismo, y lo que es peor, bajo un velo de supuesta búsqueda de la originalidad.
Colocaría tres libros juntos, si no paralelos,
1984,
Fahrenheit 451 y
Un mundo feliz de
Aldous Huxley. Los dos primeros me parece que ya se han realizado y el tercero está en espera. No es muy alentador...
Valiente nuevo mundo, como dijera Huxley.
Imagen:
http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/2/23/GeoreOrwell.jpg